jueves, 6 de diciembre de 2012

Impresionante lo de mi tocayo

Hoy toca escribir sobre un amigo del foro de Varadero, tiene una moto como la mía y es un ejemplo de dedicaciión a la moto, a viajar y a disfrutar. La ristra de kilómetros que lleva hechos en la moto, el historial de incidencias -pocas- y averías -menos- es digno de la mejor prueba de motos de una revista especializada, y todo por escrito:
Santiagoviedo una Vara y cuatro años para disfrutarla I

año II
año II cont.
año II 3
Año II 4

Año III 1
Año III 2
Año III 3
Año III 4
Año III 5

Año IV 1
Año IV 2
Año IV 3
Año IV 4
Año IV 5


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Un abrazo Santiago!!!!!!

lunes, 18 de junio de 2012

Montesa Brio 82. Vegas del Tajuña. Junio 2012

Rutita de 20 kilómetros entre Tielmes, Villarejo y Carabaña, en la vega del río Tajuña, al sureste de Madrid.
La moto responde muy bien, y es una gozada pasear despacio, disfrutando del viento, la conversación -si, en esta moto se puede ir hablando- a unos 50 km/h y con una punta de velocidad de casi 90 km/h --en bajada, claro-
Una delicia.

Espero que os guste.

Montesa Brio 82. Vegas del Tajuña. Junio 2012 from sodio on Vimeo.

viernes, 2 de marzo de 2012

MONTESA BRIO 82 1959

Primavera del año 1959, un hombre de 29 años se está planteando comprar un vehículo no muy caro para poder moverse desde su pueblo y no depender de los escasos autocares o del tren. Trabaja como comercial para una fábrica de capachos –esterillas de esparto usadas en las prensas de aceite- y quiere tener agilidad a la hora de desplazarse. La economía no está muy boyante y un coche es casi impensable, además le gustan las motos, así que ése hombre, que luego fue padre de dos chicas maravillosas y un crío flacucho, aficionado a los bichos y la arqueología, hizo lo que otros hombres de su pueblo: comprarse una moto. Ése hombre se llamaba Lorenzo, y era mi padre.

Es el segundo por la derecha, montado en su bicicleta.

En el año 58 aún no existe Bultaco y su “Metralla”, y la marca más reconocida era Montesa. El año anterior Montesa ha sacado la renovación de su modelo estrella, la Brío, con un modelo con caja de herramientas con llave en el depósito, bloqueo de la dirección –Permanyer se trajo la patente de Suiza, de la empresa Neiman- corona desmontable, cuentakilómetros iluminado etc. Ya está en marcha la “Brío 110”, pero este es un modelo más deportivo, más potente y más caro. No se necesita tanto, aunque no vendría nada mal. Se decide por la “Brío 82”. En junio del año 1959 da la señal para comprar la moto, que pagaría en cómodos plazos durante un año, en la casa Montesa, en lo que después fue una importante tienda de motos en la calle Princesa: Motos Cantó. Se trajo la moto en marcha, tras las pertinentes explicaciones de cómo hacer el rodaje, hasta casa.

Es curioso porque entre la documentación que me han devuelto está la cartilla de requisa militar, insisto: otros tiempos.

Los avatares de la industria motociclista española no afectarían en demasía a este motorista novel que cuatro años antes había obtenido el permiso de conducción de motocicletas en la Casa de Campo de Madrid, ya que jamás cambió de motocicleta hasta que la cedió a un vecino en el año 1992.

Mi primer recuerdo de una moto es, si cierro los ojos, el verme sentado en el depósito de la “Brío 82”, con los pies apoyados a modo de estribos en las defensas delanteras sintiendo el aire en la cara rodeado por los fuertes brazos de mi padre, mientras recorríamos las carreteras cercanas a mi pueblo, seguidos de cerca por nuestra perrita “Bruja” un Spaniel Bretón con una capacidad de caza nada normal. Mi padre fue cazador, incluso trató de inculcarme a mí dicha afición, pero le salí discípulo de Félix Rdguez. de la Fuente, así que no hizo carrera conmigo. Pero de pequeño, nos encantaba ir al campo a ver las tierras, comprobar cómo iba la aceituna ese año y lo que él llamaba “ver caza”: dar largos paseos por el monte para disfrutar del campo y ver conejos, perdices, liebres. Era una gozada.

Sí, está claro que fui el chico mimado de mi casa, mis hermanas –dos chicas, dos mujeres maravillosas- eran mayores y yo creo que a mí ni se me esperaba cuando mi madre supo que estaba embarazada. El ser el pequeño y ser chico hizo que mi vida fuera diametralmente opuesta a la de mis hermanas en cuanto a mis obligaciones hogareñas. Eran los tiempos en los que habiendo mujeres en casa, un hombre no hacía ninguna labor del hogar, salvo proveer de dinero para el mantenimiento del mismo si era el caso; todo lo que atañía el hogar era trabajo de mujeres. Afortunadamente, poco a poco, mis hermanas –reclamando un reparto equitativo de las tareas- y mi madre –que ha sido muy avanzada en muchos aspectos- la cosa fue cambiando y me hacían conocer de cerca los duros trabajos que conllevan mantener limpia y ordenada una casa. Lo único que no aprendía fue a cocinar, mis hermanas y mi madre son grandes cocineras y yo sólo sé sobrevivir entre fogones. Por suerte, poco a poco, he ido mejorando en ese aspecto, pero aún me queda mucho por recorrer.

Bueno, que me desvío del hilo de nuestra historia. Que es una historia motera y no de otra índole. ¿Dónde estábamos? Ah sí, contando mis sensaciones moteras. Pues el caso es que así eran las cosas en aquéllos lejanos años 70, no se concebía ir en moto con casco salvo casos contados o en las carreras –como las que iban a ver a en los “60” a Madrid, que se celebraban en El Parque de el Retiro- y yo viajaba con mi padre, sentado en el depósito de la moto viendo la vida a “toda velocidad”. Además mi padre tenía la moto con algunos accesorios, ahora se diría “tuneada”, como el manillar de dos alturas, las barras de defensa delanteras y un transportín en la parte trasera donde siempre llevaba un cajón de madera para transportar cosas. El tute que le dábamos a la moto era de aúpa, porque se comportaba como la mejor KTM actual, qué remedio le quedaba a la pobre.

Pero el tiempo no perdona y su inexorable paso nos lleva a principios de los años 90. Mi padre ya no utiliza la moto y decide deshacerse de ella. A mi no me hace demasiada gracia pero tampoco me la quiero quedar, tengo veinte años y estoy en otras historias, quiero una moto moderna y no la “vieja” moto de mi padre. Un vecino del pueblo y casi familia, Tomás, es aficionado a las motos clásicas y tiene una pequeña colección de motos restauradas, así que decide comprarle la moto a mi padre por unos cuantos miles de pesetas. La moto está hecha polvo porque apenas ha tenido un mantenimiento decente en los últimos años, sólo cambios de aceite y bujías y poco más, y necesita un buen repaso.

Tomás desmonta la moto totalmente y le da un repaso para dejarla como nueva, chasis lijado con chorro de arena, pintado con pintura anticorrosión, el motor puesto a punto del todo y la moto pintada como original, al final me llama para que pruebe la moto que acaba de restaurar y me cuesta reconocer la moto de mi padre: estaba nueva. Me alegra el que ya que la ha vendido sea Tomás quien la tenga, pero me digo a mi mismo que haré un seguimiento a la moto y como me entere de que la quiere vender a otra persona, seré yo el que se la recompre.

Al cabo de los años, Tomás se ha hecho con una pequeña colección de motos, clásicas españolas sobre todo, aunque tiene una Moto Guzzi y una Vespa, ambas de la década de los 50. He ahorrado algo de dinero y llevo años comentándole a Almu que me gustaría recuperar la moto de mi padre, además mi primo Coque también ha restaurado la “Impala” 250 de su padre y me apetece recuperar la moto. Hablo con Tomás y como tiene otras Brío también restauradas no le importa venderme la de mi padre. Llegamos a un acuerdo con el precio, él insiste en que la moto no está perfecta –fue la primera Brío que restauró y se nota, las otras están algo mejor- pero insisto en que me da igual, quiero la de mi padre. La moto está bastante bien, salvo la estribera derecha que me la va a cambiar sin coste, y la llanta delantera que no está cromada, pero ya lo haré yo cuando tenga un hueco. Lo que está mejorado es el motor, que está restaurado totalmente en el año 2006 y sólo tiene 600 kilómetros –está en rodaje- y ha hecho alguna mejora para el aceite. La moto ha recorrido dichos 600 kilómetros en seis años, es curioso porque en ésos mismo años le he “metido” yo a mi Varadero 170.000.

Tomás le pasa la ITV y hace todos los trámites en Tráfico y el lunes pasado, día 27 de febrero, está la moto en casa.

Hasta el miércoles no tengo hueco para ir a verla así que allí que voy. Después de comer con mi madre unas deliciosas gachas manchegas (cómo me gustan) bajamos a por “La Ponderosa”, apodo que le puso mi padre a la moto.

La moto está preciosa, pequeña, bajita, limpia de líneas y en cuasi perfecto estado de revista. Unos toques a la palanca y arranca casi a la primera. Me doy una pequeña vuelta por el pueblo para familiarizarme con sus peculiaridades, cambio a la derecha, palanca de “punta-tacón”, y frenos de tambor que en frío apenas tienen mordiente –más el trasero-. Una vez pasada la prueba inicial, decidimos estrenar la recuperada joya familiar dando un paseo por la vega del pueblo y por la Vía Verde del Tajuña –la velocidad de la moto y que está en rodaje no me permiten ir por carretera, por si las moscas- nos acercamos hasta el Balneario de Carabaña a tomar un cafetín en su terraza.

Sesión de fotos y vuelta a casa. Pasear así, a este ritmo es una delicia, voy feliz por recuperar sensaciones de hace tantos años. Solo que ahora soy yo el que lleva la motocicleta de mi padre. Creo que si me viera, estaría él también feliz por haber recuperado “su moto”. Espero que se quede en casa “para siempre” y ya me encargaré de darle paseos a mi hijo cuando llegue el momento. Con casco, claro, que los tiempos han cambiado en muchas cosas. Aunque no está nada mal el poder recuperar vehículos como esta motocicleta, parte de la historia de España -y de mi familia- y que con sus 53 años está aún de muy buen ver.

domingo, 26 de febrero de 2012

Retromóvil 2012

Hay una frase que siempre escucho y es "hay gente pa tó", que quiere decir que por muy rara que te parezca una afición, siempre habrá una legión de entusiastas defensores y participantes de la misma.
Una de ellas es la de coleccionar cosas. Yo tengo unos cuantos billetes antíguos, sobre todo comprados durante el tiempo que trabajé en el aeropuerto de Madrid-Barajas, pero casi no se puede llamar colección, pero si se trata de acumular objetos curiosos, hay gente "pa tó", desde el que colecciona sellos hasta el que colecciona motos clásicas.
Ya os comentaré por qué estoy metido un poco ahora en el mundillo de las motos clásicas, pero os adelanto que es por una moto en concreto: La Montesa Brío 82, alias "La Trucha".
El caso es que en Madrid este fin de semana se ha celebrado Retromóvil, llamado oficialmente "ClassicAuto Madrid", es más de coches y de venta de material, de recambios y de libros, pero es curioso. Incluso un par de tiendas de objetos de mi juventud: juguetes de los que comprábamos en los quioscos, botellas de Fanta, algún Madelman, etc.
http://www.classicautomadrid.com/ES/2012/
Lo pasamos bien, vimos algunas joyas y a punto estuve de comprarme un manual de la moto, pero lo tengo escaneado y no me hace falta. Es curioso, pero es un sitio en el que puedes sentarte en un Morgan -comprarlo ya sube a 55.000 euros-, comprar el depósito de gasolina de un Renault 5 Copa Turbo, y ver objetos originales que te hacen viajar a tu infancia, todo en el mismo sitio.
Algunas fotillos:















El día que me toque la lotería, me compro un Morgan, es una chulada.